ESOS
CAMPOS DE LAVANDA
Con
las alas de la noche, ella se dejó llevar a esa ciudad donde su nombre no se
escucha, ni se nombra, por ser prohibido. Quiso olvidarle, quiso dejar de amarle en la distancia recorrida. Deseaba adornar sus cabellos con cintas blancas de
olvidos y encajes rosas de nuevos caminos.
Y por más que lo intentaba poniendo
el alma en ese objetivo, siempre aparecía un aroma especial que atraía el recuerdo de él
a su memoria...el olor a lavanda de aquellos campos florecidos, recordándole con
insistencia, aquellos veranos felices, de retozos y besos ardientes, en las
campiñas de la Provenza francesa donde se conocieron.
Y la fina lluvia que del cielo caía, como lágrimas de alivio para ese corazón herido, lavaba
con el bautismo de sus sagradas aguas, el dolor de aquella ruptura, que en
lontananza evidente, no le permitía volver a empezar en esos campos de lavanda, que atraían los recuerdos de aquel amor, que deseaba ser olvido en el templo santo de su alma de mujer.
©Coral Ruiz
2015
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