viernes, 1 de enero de 2016

INICIACIÓN


INICIACIÓN

Susurrando su nombre al oído de ella, dejaba caer la febril mirada hacia las pupilas de su amada, su hermosa mujer desde las doce de la mañana de un domingo soleado, cálido y encantador, cuando Don Gabriel, el sacerdote de la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, los había convertido en marido y mujer.  


El día había pasado velozmente, casi se lo habían tragado con el champaña y la tarta nupcial, que por cierto, estaba riquísima...fue el único alimento que pudieron ingerir, porque con la emoción del momento, las felicitaciones y la sesión fotográfica con los familiares y amigos, habían perdido totalmente el apetito. 

Finalmente estaban solos el uno frente al otro en aquella casa de campo que era su confortable hogar, tal y como habían soñado que sería su luna de miel. El ocaso del atardecer asomaba en la cumbre del cielo, y ella aún vestida de inmaculada blancura, dejó caer los brazos hacia el suelo, sin ofrecer ninguna resistencia, reclamaba a su marido. 

Era suya, solo suya, le pertenecía en cuerpo y alma, porque lo amaba profundamente, y apoyada en la pared exterior de la casa, licita, ardiendo en deseos por entregarse a él, ofrecía sus labios entreabiertos a su marido, deseosa de sentirlos hervir en su boca.

El corazón latía acelerado, la respiración entrecortada, y sus ojos que cerrados permanecían, algo tímidos...penitente, esperaba poder beber el elixir del primer beso de aquella iniciación que consumaría la unión de ambos desde ese mismo instante...empezando la gran conquista del territorio carnal...y la desconocida aventura del matrimonio.

Y el cielo cómplice de aquellos jóvenes amantes, les regalaba unas preciosas puestas de sol y una maravillosa lluvia de estrellas, antes de caer la noche con su manto azabache, bendiciendo esa unión matrimonial, augurio de eterna felicidad.


© Coral Ruiz 2016

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